Aunque crecen de forma espontánea en patios, huertos y terrenos baldíos de todo el Ecuador, la verdolaga (Portulaca oleracea) y el bledo (Amaranthus spp.) siguen siendo ignorados en la dieta de la mayoría de ecuatorianos, a pesar de su alto valor nutricional y facilidad de cultivo.
Ambas especies, comúnmente consideradas “maleza”, son en realidad plantas comestibles ricas en nutrientes. La verdolaga, por ejemplo, es una de las pocas fuentes vegetales de omega-3, además de contener vitamina C, A, hierro y potasio. Por su parte, el bledo —pariente del amaranto— es una hoja verde altamente nutritiva, con proteínas, calcio y fibra que la convierten en una opción alimenticia ideal, especialmente en zonas rurales.
“Estas plantas crecen con muy poca agua y sin necesidad de agroquímicos. Podrían tener un rol importante en la soberanía alimentaria, sobre todo en comunidades vulnerables”, señalan expertos en agroecología.
Sin embargo, su presencia en los mercados y en las cocinas ecuatorianas es mínima. En muchos casos, son arrancadas como hierbas indeseadas sin saber que contienen más nutrientes que muchas verduras convencionales.
Junto a la verdolaga y el bledo, existen otras especies comestibles que también crecen libremente en varias zonas del país y no son aprovechadas, como:
Ortiga (Urtica dioica): rica en hierro, calcio y antioxidantes.
Chaya (Cnidoscolus aconitifolius): planta tradicional de Mesoamérica, contiene más proteína que la espinaca.
Quinchoncho (Cajanus cajan): leguminosa que crece bien en climas secos, fuente de proteínas y minerales.
El potencial de estas plantas como recursos alimenticios sostenibles aún está por descubrirse plenamente. Diversos colectivos ecológicos y agricultores urbanos promueven su revalorización, pero aún falta educación y difusión para incorporarlas a la cultura alimentaria del país.
Mientras el Ecuador enfrenta desafíos de desnutrición y acceso desigual a alimentos, el reconocimiento de estos “superalimentos silvestres” podría marcar una diferencia real.